lunes, 30 de agosto de 2010

Don Evelio y su bombín

Don Evelio usa bombín, gemelos de oro y bastón con empuñadura de plata. Lleva siempre traje oscuro, pantalón con la raya bien marcada y camisa de cuello almidonado. Del bolsillo del chaleco, le cuelga la cadena de un reloj que fue de un tío abuelo, diputado de la CEDA por la provincia de Cáceres en tiempos de la república. Saluda con una leve inclinación de cabeza si se cruza con algún conocido en el paseo. De porte distinguido, mirada altiva y paso firme, calza impecables zapatos italianos y acude cada día a tomar el vermú a Casa Paco, en los soportales de la plaza mayor, un local inaugurado a principios del siglo pasado por el bisabuelo del actual propietario, y que mantiene la solera y el casticismo de cuando fue fundado.

Presidente de un par de consejos de dirección, vive de las rentas de una finca en Extremadura que heredó de la familia de su madre. Soltero acérrimo, tuvo amores en su juventud con la prima Cecilia, y se hubiera casado con ella, si esta no le hubiera dejado plantado casi a las puertas del altar, con la dispensa papal bajo el brazo, para fugarse una noche de luna llena con Julián, un muchacho moreno, de pelo ensortijado y buena planta, hijo mayor de uno de los aparceros de la finca familiar. Su madre, que en paz descanse, no perdonó nunca el desaire de la prima Cecilia y durante un tiempo dejó de hablar a la tía Catalina, madre de aquella novia traidora, que a su vez lloraba desconsolada la desgracia de una hija descarriada.

Don Evelio, en el fondo de su ser, respiró tranquilo cuando se rompió el compromiso con su prima de la que realmente nunca estuvo enamorado. De no haber sido por su madre, a quien nunca osó contradecir, que fue la que preparó aquel noviazgo con aquella prima casi adolescente de dorados cabellos y mirada angelical, que le iba a proporcionar unos nietos preciosos para alegrarla en su vejez, y que un lejano día heredarían la hacienda de las dos familias; él nunca se habría fijado en aquella mujer, tan blanquita y escurrida.

Cofundador junto a su gran amigo Crescencio del Burgo de “La asociación para la conservación de la justa moral y las buenas costumbres”, no perdona la partida de dominó de las seis en el casino.

Acude a misa de doce los domingos en la Catedral, reparte limosna a la salida y excepto un año que tuvo hepatitis, nunca se salta el precepto de comulgar por Pascua de Resurrección.

Cuando Rosita, su criada de toda la vida, murió de una neumonía, Don Evelio, que nunca se había planteado que una cosa como aquella pudiera sucederle a él, pasó varios días con la casa patas arriba, totalmente desvalido. No pensaba perdonar nunca a Rosita que se hubiera muerto así, tan de repente, dejándole huérfano de criada y sin saber hacerse ni un huevo frito.

En un primer momento se mostró reacio a contratar extranjeros, pero en la agencia a la que acudió, le dijeron que para el servicio doméstico, eran los únicos disponibles. Ninguno de los miembros de la asociación de buenas costumbres a la que pertenecía pudo ayudarle. Las cosas habían cambiado mucho en los últimos años y casi todos sus conocidos andaban aquejados del mismo mal. Encontrar un servicio decente, sin grandes pretensiones económicas y que cocinara como Dios manda se había convertido en una empresa difícil por no decir imposible. Vaya faena que le había hecho Rosita con eso de morirse.

Al final, y muy a su pesar, no le quedó más remedio que contratar a Alexandru Florescu, un ingeniero rumano, alto como un gigante y de enormes ojos azules, que llevaba tres años viviendo en España sin papeles, y que desde que llegó había trabajado de albañil, jardinero, chofer, mecánico, fontanero y en los últimos tiempos de camarero los fines de semana en una taberna del barrio viejo. Se lo recomendó su amiga Goyita, marquesa de Castobody, que tenía de interna en su casa a una hermana de Alexandru y que decía que el muchacho era de total confianza y muy habilidoso en casi todos los oficios. Sobre el tema de la comida, ya se había hecho a la idea de que tendría que acostumbrarse a los nuevos platos y sabores de la para él, desconocida cocina rumana.

Después de aquellos castos amores de juventud con la prima Cecilia, Don Evelio jamás se había sentido atraído por dama alguna, para desgracia y pena de su madre, a quien Dios tenga en su gloria, que había terminado sus días sin la satisfacción de verse rodeada de nietos, al contrario que la tía Catalina, a la que la prima Cecilia le había dado cuatro varones y tres hembras.

Cuando Don Evelio vio por primera vez a Alexandru, un calambre como no había sentido antes, se instaló en su estómago y se sonrojó como un pipiolo cuando el criado le estrechó la mano.

Al principio perdió peso, dejó de acudir a la partida de dominó y se olvidó de la misa dominical. Luego comenzó a comprar cremas hidratantes, crece pelos milagrosos que aplacaran su más que incipiente calvicie y hasta pensó en apuntarse a un gimnasio cercano a su casa.

Tres meses después de que el rumano traspasara el umbral para hacerse cargo de su casa, se confesó a sí mismo que sin poder evitarlo, Alexandru se había convertido en el protagonista de sus pensamientos, de sus desvelos y de sus obsesiones. Otros tres meses más, tardó en convencerse de que se había enamorado sin remedio, y cuando por fin lo tuvo claro, una tarde se armó de valor y temblando de emoción, como un adolescente ante su primer amor, le confesó a Alexandru que era el hombre de su vida.

No le importó el escándalo, ni que le nombraran persona non grata en el casino de la ciudad, ni siquiera que le expulsaran de “La asociación para la conservación de la justa moral y las buenas costumbres” que él mismo ayudó a fundar, ni tampoco que su amigo Crescencio del Burgo no respondiera nunca más a sus llamadas.

A punto de cumplir los sesenta y perdidamente enamorado, Don Evelio ha decidido poner fin a sus años de soltería. De su entorno, tan sólo la marquesa de Castobody ha entendido su amor por Alexandru y ha aceptado ser testigo en su boda.

Don Evelio no ha abandonado su inseparable bastón con empuñadura de plata, pero ya nunca lleva bombín, ni gemelos de oro ni cuellos almidonados.

De porte distinguido, mirada altiva y paso firme, saluda con una leve inclinación de cabeza y una sonrisa si se cruza con algún conocido en el paseo. A su lado, Alexandru luce un reloj con cadena de oro. Una joya de familia, que su novio, Evelio, le regaló el día del compromiso.

Dori
Febrero 2008


15 comentarios:

  1. Muy bueno, me ha encantado, y eso que ya ves que me lo tomo " sin sorpresa". Un besazo, como veras soy la primer...

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  2. Muy bueno Dory ! . Es tuyo ???
    Si es así . Te doy mi más sincera enhorabuena, y si no lo es.... igualmente muy bonito el relato.
    Besitos

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  3. Sí, claro que sí Paqui. Tanto los relatos que pongo en el blog como las fotos son míos. :-))))
    Me alegro que te haya gustado

    Abrazos

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  4. Guauuuuuuuuuu Dori.... otra vez nos haces disfrutar de esos relatos que tanto nos gustan!!!
    Me ha encantado!!! Tienes un don...es evidente y es un placer que lo compartas con nosotras!!!
    GRACIAS!!!!!

    Un besazo!!!

    Martina.

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  5. ¡Excelente!
    Tus historias siempre me sorprenden, no sólo por el argumento, también me gusta como utilizas las palabras y nos situas perfectamente. Felicidades Dori.

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  6. tu si que eres una joya... y no digo mas!!!!

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  7. Como siempre ,,me ha encantado este relato,,,no se como tienes tiempo para hacer tantas cosas y tan bien hechas todas,,,
    Por cierto,,El otro Enrique me gustó mucho cuando lo leí en el blog,,,¡¡pero leerlo en papel ha sido todavía mucho mejor¡¡¡,,,,
    bsssss,,,,

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  8. Me ha encantado Dori, estas hecha toda una artista, que suerte tenemos que compartas con nosotras estas cosas.
    Besos
    María

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  9. Hola Dori, me ha encantado, como dice Maria estas hecha toda una artista, que suerte tenemos que compartas con nosotras estas cosas.
    Besos

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  10. No sabía que también escribías. Me gusta tu relato. Voy a ver si leo otras cosas tuyas.
    Besos

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  11. me parece sorprendente y buenisimo.tienes un talento impresionante, te felicito.
    un beso

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  12. Fantastico, me ha gustado mucho y muy bien escrito. Felicidades. Un beso.

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  13. pásate por mi blog a recoger un premio.
    por cierto me encantaron las fundas

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